Sábado, 23 Novembro 2024
MONOGRÁFICO: Presentaciones Orales en Primaria - Guía para preparar la presentación oral PDF Imprimir Correo-e
CAJON DE SASTRE - Cajon de sastre
Escrito por Maria Vilaubí Monllaó, Celia Alba, Carles Caño Valls   
Venres, 01 Outubro 2010 00:00
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MONOGRÁFICO: Presentaciones Orales en Primaria
Guía para preparar la presentación oral
Propuesta de estructura para la presentación oral
Cómo diseñar las diapositivas de la presentación oral
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Guía para preparar la presentación oral

Comunicar cosas a otras personas es algo que se nos exige a menudo. Cada día, en la universidad, en una empresa, en una asociación o en el instituto, muchísima gente se enfrenta a un grupo de personas a las que debe convencer de algo: hacer presentaciones es el pan nuestro de cada día.

Fotografía de hebedesign; @flickr

Pero, a pesar de que es algo que se hace constantemente, en todo el mundo, muchísima gente sigue sin superar ciertos malos hábitos. ¿Por qué profesionales notables en sus disciplinas realizan presentaciones tan soporíferas y limitadas? Puede haber varios motivos. Por un lado, la mayoría de las presentaciones son así. A veces es difícil romper el molde que se nos ha dado siempre. En segundo lugar, hacer presentaciones poco comunicativas requiere menos esfuerzo que hacerlas más comunicativas. En tercer lugar, en nuestra formación hay poco espacio para desarrollar la actividad de presentar en público.

Más tarde que temprano, el instituto propone a sus alumnos que expongan en público diferentes trabajos y temas. Esa demanda, como decíamos, casi seguro, se prolongará a través de sus vidas. Pero la educación secundaria es ya un momento algo tardío para comenzar a desarrollar las habilidades y la sensibilidad que requiere hablar en público. ¿Por qué no empezar antes a trabajar esta actividad? En este monográfico, proponemos una serie de actividades de aula y de consejos útiles que pretenden ayudar a desarrollar el arte de presentar en público en alumnos de tercer ciclo de primaria.

Las prácticas que detallamos podrían dividirse en acciones y análisis. En las del primer tipo, el alumno se enfrenta al contenido como creador y actor de la presentación. En las segundas, el alumno ha de ser crítico con su trabajo o con el de otros y poder corregirlo.

Estas prácticas implican el uso de ciertas herramientas técnicas que están al servicio de las presentaciones y cuyo dominio es importante desarrollar. En este sentido, creemos que es necesario trabajar el manejo de estos elementos en contexto. Desarrollar el dominio de estas herramientas como un objetivo independiente del escenario de las presentaciones no sólo puede resultar estéril, sino que además puede ser contraproducente a la hora de concebir el acto de presentar.

A continuación presentamos una actividad de aula destinada a alumnos de tercer ciclo de primaria, aunque creemos que es fácilmente adaptable y aplicable a niños más pequeños. La actividad pretende enfrentar al alumno al hecho de presentar en público. Una vez hemos visto cómo lo hacen otro, en la primera sección de este monográfico, es hora de pasar a la acción.

CuÁles son nuestros objetivos

La presentación de un tema es una práctica habitual en primaria pero, cuando se realiza, muy pocas veces se presta atención a la organización del texto o a aspectos comunicativos del presentador. Muchas veces los maestros piden a los niños que expliquen qué han hecho en vacaciones o durante el fin de semana pero es una actividad exenta de preparación y de análisis crítico, a pesar de que se programa con el objetivo de mejorar las habilidades lingüísticas y comunicativas del niño. Esta ronda de narraciones, lamentablemente, suele acabar resultando tediosa y carente de sentido.

Aquí proponemos una actividad de aula para trabajar no sólo el qué sino el cómo. Vamos a centrarnos en el hecho de presentar en sí con todo lo que ello implica. Una mala presentación puede hacer que aborrezcamos incluso nuestro tema favorito. Dicho de otra manera, los ingredientes más exquisitos no son garantía de que un plato nos salga bien.

Un buen plato no sólo ha de tener buenos ingredientes

Fotografía de maksbarzo; @flickr

Con esta actividad perseguimos:

  • Enfrentar al niño a la experiencia de presentar en público.
  • Trabajar la elaboración del texto verbal y visual que conformarán la presentación.
  • Introducir algunos buenos hábitos para ser un presentador más comunicativo.
  • Aumentar el análisis crítico sobre sus presentaciones y las de otros.
  • Elevar su capacidad de corrección y control de malos hábitos.

Introduciendo las pautas

En una fase previa hemos observado las presentaciones de otras personas y hemos podido analizar errores típicos. Hemos dado consejos tales como escribir el mínimo texto en la pantalla (o, incluso, no escribir ningún texto), decir sólo lo necesario, no limitarse a leer, etc. Ahora vamos a poner en práctica estos consejos y otros. Iremos intercalando algunos ejemplos prácticos de las ideas que vayamos desarrollando.

En esta actividad el maestro empezará recordando la sesión anterior y animará a los alumnos a ser creativos y a elaborar presentaciones que no sólo informen, sino que también emocionen y agiten al público. El objetivo principal del alumno ha de ser que el mensaje llegue a la audiencia. En este sentido, tendrá libertad para sus propuestas. Por ejemplo, la consigna puede ser:

Fotografía de asvensson; @flickr

Vamos a poner en práctica lo que vimos el otro día haciendo una presentación cada uno. Tened en cuenta que lo más importante es que vuestros compañeros se interesen por lo que explicáis. No tenéis que preocuparos por explicar todo lo relacionado con el tema que hayáis escogido: es mejor que digáis pocas cosas pero bien presentadas, que muchas y aburridas. Podéis usar los trucos que queráis y elegir el tema que más os guste, siempre que respetéis a los demás.

La idea que nos interesa destacar al alumno es que la presentación no puede ser una reproducción de una enciclopedia o un libro: no nos interesa ser demasiado exhaustivos si después el público no nos va a prestar atención. Tenemos que ofrecer algo más que mera información. En una biblioteca o en internet siempre podremos encontrar más información que la que nos da un presentador. El papel de éste, pues, debe ser otro.

Incluso lo más divertido puede resultar agobiante

Fotografía de massdistraction; @flickr

Es importante acotar el tiempo que va a durar la presentación. No es recomendable que sea mucho para presentadores tan jóvenes e inexpertos. Consideramos adecuada una duración de entre cinco y ocho minutos en esta etapa de la formación. Además, hay que tener en cuenta que uno de los objetivos es que el alumno aprenda a controlar el tiempo que debe durar su charla, lo que repercutirá en su habilidad comunicativa y constituye, en sí mismo, un buen hábito a la hora de hablar en público. Es muy habitual que, en conferencias o en charlas de congresos, al ponente se le quede buena parte del contenido en el tintero por falta de tiempo. Hay que aprender a evitar ese tipo de situaciones porque resultan angustiantes para el público y frustrantes para el presentador y porque empeoran la dosificación de la información.

ElecciÓn de un tema

Puede darse más o menos libertad para escogerlo. Puede optarse por la modalidad de escoger un tema entre los propuestos en una lista, que el alumno proponga un tema libre, aprovechar contenidos de otras asignaturas, usar experiencias personales, etc. Si decidimos que los alumnos escogerán el tema libremente, es importante que se pongan en la piel de su audiencia y juzguen si serán capaces de hacerlo atractivo para toda la clase. También han de valorar si el tema escogido puede dar de sí y exponerse de una manera original.

BÚsqueda de la inspiraciÓn: informaciÓn y material grÁfico

Debe hacerse una búsqueda de información sobre el tema que nos permita elaborar la estructura y la forma que tendrá la presentación. Como hemos dicho, la idea aquí no es reproducir una biografía o unos hechos tal y como se encuentran en las fuentes enciclopédicas sino encontrar una manera interesante de explicar un contenido.

En busca de la metÁfora. Uno de los recursos más extendidos y exitosos para estructurar el discurso es el uso de metáforas. No nos referimos a incrustar metáforas en la explicación para "embellecerla" o para darle una dimensión o un tono determinados. No se trata de aplicar una metáfora a algún contenido de la presentación. Vamos a ir un paso más allá y vamos a intentar encontrar una metáfora que concentre el sentido de toda la charla, que sea su "andamiaje de significados". Un ejemplo típico que puede ponerse es la metáfora del viaje. Así, bajo la metáfora 'esta presentación es un viaje' (con su origen, sus paradas, su destino y, por qué no, también sus retrocesos) podrán desarrollarse muchas ideas cargándolas de sentido. Otra metáfora que podría aplicarse, por ejemplo, sería la de la batalla. Por ejemplo, a la hora de explicar el de tema de cómo llevar una alimentación saludable tendríamos elementos que son aliados, enemigos o también momentos de tregua. También podríamos explicar alguna teoría con la metáfora de la construcción de una casa (con conceptos fundamentales y accesorios) o también hacer la estructura de la charla con la metáfora de un experimento, partiendo de una hipótesis, recogiendo datos y llegando a unas conclusiones.

No es difícil percatarse de que la elección de una metáfora u otra nos proporciona, intuitivamente, un tipo de presentación diferente. La metáfora del viaje, probablemente nos conduzca a un tipo de argumentación lineal, cronológica. Una metáfora sobre el fútbol nos induce a plantearla como una dialéctica. La construcción de la casa nos permite establecer una base inicial fuerte (los fundamentos de una teoría, por ejemplo), para después ir construyendo la argumentación paso a paso.

Conseguir atrapar una buena metáfora es una gran ayuda

Fotografía de h.koppdelaney; @flickr

Éste será un momento ideal para aprovechar para explicar qué es una metáfora de manera muy práctica y significativa. En este momento, los alumnos tienen que buscar en su mente una idea, un hilo que conducirá la presentación. Se trata más de una búsqueda de la inspiración que de datos: lo importante es comunicar la idea general del fenómeno o del personaje del que se quiere hablar, no dar datos sobre su lugar de nacimiento, sobre fechas, listas de obras...

El objeto como recurso. Otra fuente de inspiración recurrente que nos puede ayudar a organizar las presentaciones es utilizar objetos físicos que el público pueda ver de cerca, tocar, oler. Un objeto puede esconder muchas historias y puede ser un gran aliado para realizar nuestra argumentación. Un objeto puede ser el tema de una presentación (podemos hablar, por ejemplo, del helicóptero –su invención, la velocidad de vuelo,…). Pero, además, un objeto puede ser un pretexto poderoso para hablar de otros temas, por su inmediatez física. Nos puede ayudar a centrar el tema, nos puede servir de metáfora y puede hacer que el público se acerque al contenido de una manera menos racional y más emocional. Al hablar sobre tu bisabuelo, llevar a clase el reloj que llevaba el día que cruzó la frontera en el exilio tras la guerra civil seguro que consigue crear una gran cercanía emocional con el público y una atmósfera muy favorable.

Fotografía de #Gwen#; @flickr

Además, el objeto permite la participación activa del público, más allá de la ronda de preguntas. Si el público participa, por fuerza estará más conectado con lo que decimos. Imaginemos una situación en la que alguien, para hablar sobre Japón, empezase por repartir cuadrados de papel y explicar cómo se hace una pajarita de origami. El público no sólo estaría atento a sus directrices, sino que, probablemente, estaría receptivo ante un planteamiento original y, lo que es más, se llevaría a casa un buen regalo: un objeto físico y un aprendizaje procedimental nuevos.

Fotografía de Tintin44; @flickr

Preguntar para comunicar. Como decíamos, hacer partícipe al público ayuda a mantener la conexión con él. Otra manera de estructurar la presentación que puede resultar interesante es la de ir haciendo preguntas e intentar ir resolviéndolas. Si somos valientes, podemos plantear preguntas abiertas y directas al público y podemos esperar su respuesta, guiándolo con explicaciones y nuevas preguntas hacia donde nos interese. Pero esa estrategia no es la única que puede servirnos. Plantear enigmas al inicio de la presentación que se irán resolviendo poco a poco es una manera excelente de mantener cierto misterio y de avivar la curiosidad, lo que es sin duda una estrategia buenísima para conseguir el interés del público.

Sobre papel, la única limitación es la imaginación.

Fotografía de NatahanaelB; @flickr

Contar anécdotas. Muchas veces, introducir una anécdota o una experiencia personal en la presentación hace que la audiencia esté más atenta y, sobre todo, recuerde mejor la información. Hablar de experiencias personales que puedan ser compartidas por el público nos aproxima a él. No se trata sólo de usar estos recursos a modo de ejemplo de lo que se dice, como suele ser el caso. Eso es una práctica recomendable, ciertamente. Pero, además, la anécdota o la experiencia (real o imaginada) pueden adquirir una dimensión nueva si se utiliza como protagonista del discurso, como guía de la argumentación. Usar la estructura típica del cuento, que es lo que solemos hacer cuando narramos experiencias personales, facilita la comunicación. Cuando se cuentan historias, las presentaciones son mucho más fáciles de recordar y de seguir. El texto narrativo suele ser más atractivo que el expositivo o el argumentativo.

Manos a la obra

Con la idea que ayudará a conducir la argumentación en mente, ahora es el momento de que el alumno diseñe sobre papel la presentación en PowerPoint que realizará. Hacerlo sobre papel y no directamente usando el propio programa evitará que éste le limite y le condicione en exceso la propuesta.

Antes de hacer el diseño, resulta útil preparar un índice con las ideas que se presentarán. El alumno debe tener claro que sólo tiene entre cinco y ocho minutos y que será mejor presentar sólo cuatro o cinco conceptos para poder detenerse en ellos. Al ser una presentación breve, ha de asumir que no va a poder ser exhaustivo. El alumno debe decidir qué ideas quiere incluir y cómo va a distribuirlas en las diapositivas. La limitación de tiempo es un aliciente para que el alumno detecte las ideas principales en su tema de presentación y las rescate de entre las prescindibles. Es una buena actividad para ejercitar la capacidad de síntesis.

Ya se han presentado en una fase previa algunos recursos para encarar el diseño del texto. Por ejemplo, el uso de relatos, de metáforas visuales o lingüísticas, de analogías, de frases célebres, etc. En este sentido, ha de limitarse la cantidad de texto escrito que el alumno incluya en las diapositivas para evitar el efecto prompter: no se trata de leer de la pantalla como un presentador de televisión.

Si el público sonríe, recuerda mejor lo que se le dice.

Fotografía de torres21; @flickr

El maestro puede recordar algunas cosas que han de tener en cuenta los alumnos a la hora de elaborar la presentación: qué quiero contar, a quién va dirigido y cómo quiero explicarlo. Estos tres puntos están muy relacionados entre sí, pero al alumno le ayudará analizarlos por separado. El primer punto implica la selección de cierta información de entre toda la que dispone. El segundo requiere ser empático (y, a menudo, simpático: el humor es un gran aliado para la comunicación) y adaptar la presentación a la audiencia. El tercero tiene que ver con el apartado anterior, es decir, el alumno debe saber escoger la metáfora o la estrategia idónea que le ayudará a desarrollar el contenido.

El tiempo es algo difícil de calcular cuando no se tiene experiencia presentando. El maestro debe guiar a los alumnos en este sentido. Debe recomendarles no incluir más de una o dos ideas por diapositiva. Tratándose de una presentación de entre cinco y ocho minutos, debe tener una docena de diapositivas como máximo.

Hay que hacer hincapié en que, pese a que el alumno tenga libertad total para hacer lo que crea más útil en el proceso de diseño de la presentación (índices, esquemas, dibujos, resúmenes…), a la hora de la verdad todo este material va a quedar plasmado en tres textos diferentes: uno oral (la exposición en sí), uno básicamente visual (la presentación que proyectará) y uno escrito (el esquema que podrá llevar al hacer la charla). No es recomendable que el presentador lleve más que unas notas escuetas a la hora de hacer su charla, para consultarlas en caso de perderse. De otro modo, la tentación de leer es demasiado grande.

Hemos expuesto unas recomendaciones generales para la elaboración de la estructura de la presentación. No obstante, hemos querido añadir algo de concreción proponiendo también una estructura que puede verse en el siguiente apartado. Se trata de una propuesta más. No es la única posible ni tampoco es inmodificable. Simplemente hemos querido presentar una plantilla sobre la que se pueden aplicar las sugerencias que hemos desarrollado.

Confeccionar el PowerPoint. Una vez hemos hecho el diseño de la presentación, podemos pasar a confeccionar el documento de PowerPoint o del programa que utilicemos. El procedimiento y los consejos para usar este tipo de soportes se detallan en el último apartado de este monográfico.

Ensayo de la presentación. Es imprescindible que el alumno ensaye en casa y se cronometre. En este momento del trabajo, pueden hacerse rectificaciones del texto. Puede rebajarse la información si es muy densa o enriquecerse si resulta demasiado corta.

Ya que no podemos ser público y presentador a la vez, podemos grabarnos y autoevaluarnos.
Fotografía de Jiuck; @flickr

En los ensayos, el alumno debe hacer un ejercicio de autoanálisis y autocrítica. No es una cuestión de memorización, sino de evaluación y mejora. Es decir: no se trata de ensayar para que la presentación salga bien, sino para que salga mejor. Dicho de otro modo, no estamos hablando de memorizar el texto que se dirá y repetirlo una y otra vez para fijarlo en la memoria y ser capaz de reproducirlo de manera más o menos fluida. Nos referimos a observarnos para corregir los aspectos de nuestra presentación con los que no estamos satisfechos. 

Para ello es muy recomendable grabarse, a poder ser en vídeo, para observar el lenguaje verbal y el no verbal. El alumno tendrá que ver, por ejemplo, si se mueve demasiado o demasiado poco, si gesticula más o menos de lo necesario, si tiene tics (gestos repetitivos de los que no es consciente), si proyecta la voz adecuadamente, si articula correctamente o si habla demasiado rápido.

También se recomienda que el alumno busque una audiencia que le sirva como conejillo de indias. Esto es muy útil, ya que recrea con bastante fidelidad la situación de la presentación en el aula, lo que le puede dar indicios sobre lo nervioso que tiende a estar con gente delante y sobre la capacidad de fijarse en ella y recibir feedback. Y, además, el alumno recibirá consejos y críticas muy valiosos.

Finalmente: la presentación en el aula

Después de todo el proceso de preparación, vamos a dar sentido a la actividad: es el momento de que el alumno se enfrente a su público y lleve a cabo la presentación en el aula.

Tanto para el presentador como para el público, es mucho más cómodo que las presentaciones se distribuyan a lo largo de varias sesiones de clase. Si intentamos concentrar las presentaciones de toda la clase en una o dos horas, probablemente la audiencia acabará muy fatigada y, por tanto, su atención disminuirá. Por otro lado, la motivación del presentador no es la misma cuando va a hablar el primero o después de una o dos personas, que cuando va a hablar después de 20.

Hablar en público genera siempre una cierta tensión. Además, ver a un compañero presentando crea unas expectativas. Estos dos factores pueden desviar la atención de todos los alumnos y hacen recomendable que las presentaciones abran la clase, en vez de cerrarla. Por ejemplo, es recomendable hacer tres presentaciones al inicio de la sesión de cada día durante el tiempo que sea necesario. De esta manera, dedicaríamos los primeros 15 o 20 minutos de clase a este efecto.

Es muy interesante que en el aula se mantenga el formato de las presentaciones en otros ámbitos. Es decir, el maestro debería presentar brevemente a cada uno de los presentadores y el tema del que van a hablar. Tras la charla y los aplausos de rigor, puede abrirse una tanda de preguntas breve. Al finalizar, el maestro agradecerá la participación y presentará al siguiente alumno.

Durante las presentaciones, es importante que el maestro se sitúe entre el público, sentado entre los alumnos. En la medida de lo posible, debe fundirse entre la audiencia, para evitar ser el foco que monopolice la atención del presentador.

Al inicio de cada sesión, los alumnos que vayan a presentar ese día deberán entregar al maestro un esquema con las diapositivas que usarán y notas con lo que dirán en cada una de ellas. De esa manera le será más fácil al maestro ayudarle si es necesario y comprobar hasta qué punto se respeta el esquema y, si se diese el caso, si está justificado no respetarlo.

Qué hacer en caso de…

…que el alumno se quede en blanco. Existen dos opciones. Dado que el maestro tendrá el contenido de la presentación, puede echarle una mano y ayudarle a continuar. O, si lo considera mejor, puede decidir parar la actividad y sugerir al alumno que presente en la sesión siguiente y que se prepare un poquito más. Ante todo, hay que procurar que no se genere una situación incómoda: a todos nos sucede alguna vez, especialmente cuando no estamos acostumbrados a hablar en público. De todas form

as, es muy recomendable haber dedicado una sesión o un ratito de una sesión a dar herramientas para enfrentarse a esta situación: llevar notas, memorizar ideas y no palabras, no tener miedo a detenerse para recuperar el hilo o consultar las notas, etc.

Fotografía de horizontal.integration; @flickr

…que la audiencia se alborote. Es posible que ciertas presentaciones o ciertos presentadores generen una respuesta más alterada que otros. Hay que diferenciar, de todos modos, entre el alboroto que se genera por una broma del presentador o algún otro estímulo previsto en su presentación y el alboroto que se genera por la falta de atención de la audiencia. Que el público se ría o haga ruido tras una broma o una sorpresa es lógico, esperable y deseable.

 

El presentador debe saber respetar estos ritmos y no intentar continuar su explicación a toda costa. En ese contexto, una risotada no puede ser un comportamiento censurable. Ahora bien, en el segundo caso sí hay que intervenir para recobrar la atención y volver a centrarla en la actividad.

Fotografía de vasta; @flickr

…la ronda de preguntas se alargue. ¡Es una gran señal! La audiencia ha estado atenta y el presentador ha conseguido transmitirles algo. Pese a todo, las limitaciones de tiempo son evidentes. Puede sugerirse a los alumnos que sigan la charla más tarde o, si el tema realmente les ha captado, quizás pueda dedicarse otra sesión a él. También puede pasar que muchos alumnos pidan la palabra. Es posible que, de entrada, muchos de ellos quieran hacer la misma pregunta. Si las preguntas se repiten, el maestro, en tanto que moderador, ha de saber reconducir la ronda.

…nadie pregunte nada. Pasa a menudo. No siempre es una señal de falta de atención ni de falta de interés por lo explicado: puede ser simple vergüenza. En estos casos, es recomendable romper el hielo con una primera pregunta amable, que no suene a examen. Probablemente, si el maestro hace la primera pregunta, luego surja alguna más.

EvaluaciÓn de la actividad

Para evaluar las presentaciones, proponemos utilizar el cuestionario de evaluación que se ha presentado al final del apartado anterior. Ésta puede servir al maestro para evaluar, aunque creemos que es muy interesante que sean los propios alumnos los que completen esta lista para evaluar a sus compañeros.



 

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