La atmósfera es un escudo
protector contra los impactos de los meteoritos.
Estas rocas procedente del espacio exterior son atraídas por la
gravedad y caen sobre la superficie terrestre.
Al entrar en contacto con los
gases de la atmósfera, a gran velocidad, el rozamiento hace que se calienten tanto que se ponen incandescentes
y acaban
desintegrándose no llegando al suelo.
Sólo los más grandes (poco frecuentes) pueden atravesar la atmosfera
y llegar al suelo provocando grandes catástrofes:
destrucción de la zona de impacto, cambios climáticos, extinción de
especies, etc.
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Cráter del Meteorito Barringer
(Arizona) |